"En realidad,
la noche no es noche
sino un día al revés"
Friday, 30 October 2009
Wednesday, 28 October 2009
Nápoles nunca está en silencio
Nápoles nunca está en silencio. Las calles gritan que están perdidas, que su lugar es un laberinto, no Nápoles, por eso para estar quietas, al menos un poco, se ponen chuecas para dibujar plazas que se caen por un lado, ángulos que se van cerrando con el ir y venir de la gente, esquinas que se abren para dar lugar a otro muro, a otra torre, a una puerta más.
Los edificios recién hechos dicen que ya están envejeciendo y piden a gritos otro color. Los palacios viejos sienten que ya no caben a sus anchas, y gritan que venga uno más a poblar sus azoteas a implantar fábricas de sombras.
Las ventanas rechinan de verdes para sacar la oscuridad de las casas a darse una vuelta a lamer un poco del sol que venden en Nápoles.
Los adoquines se la pasan mascullando a cada paso de hombre, de mujer o de rueda que
pase. Gritan amenazas de muerte. Hasta que un adoquín, el más valiente, salta, y salta porque ya no puede más, porque no aguanta tanto peso ni tantos apretujones. En su salto le da un respiro a los otros adoquines, y deja un hoyo para que atrape los tacones de las mujeres y las manitas de los niños que los descubren.
Hasta que al hoyo se lo traga la tierra y antes de que todos se olviden de la muerte del adoquín, del hoyo, de los tacones y las manitas, antes de que la gente se de cuenta, llega el ejército de obreros del suelo con sus martillos a devolverla a la marea del empedrado, a tender su cadáver de piedra con mínimas ceremonias ante el tráfico de Nápoles.
Los edificios recién hechos dicen que ya están envejeciendo y piden a gritos otro color. Los palacios viejos sienten que ya no caben a sus anchas, y gritan que venga uno más a poblar sus azoteas a implantar fábricas de sombras.
Las ventanas rechinan de verdes para sacar la oscuridad de las casas a darse una vuelta a lamer un poco del sol que venden en Nápoles.
Los adoquines se la pasan mascullando a cada paso de hombre, de mujer o de rueda que
pase. Gritan amenazas de muerte. Hasta que un adoquín, el más valiente, salta, y salta porque ya no puede más, porque no aguanta tanto peso ni tantos apretujones. En su salto le da un respiro a los otros adoquines, y deja un hoyo para que atrape los tacones de las mujeres y las manitas de los niños que los descubren.
Hasta que al hoyo se lo traga la tierra y antes de que todos se olviden de la muerte del adoquín, del hoyo, de los tacones y las manitas, antes de que la gente se de cuenta, llega el ejército de obreros del suelo con sus martillos a devolverla a la marea del empedrado, a tender su cadáver de piedra con mínimas ceremonias ante el tráfico de Nápoles.
Saturday, 17 October 2009
Monday, 12 October 2009
Sunday, 11 October 2009
Sunday, 4 October 2009
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