Tuesday, 7 February 2017

Traducir a Frank O'Hara




Escribir un poema como quien usa el teléfono; pensar un poema como quien camina con un sandwich en las manos por las aceras de Nueva York; pintar un poema como quien visita, con manojos de palabras, el estudio de un pintor; cortar una crónica con las tijeras de unos versos; sacar al poema de su posición entre dos páginas y ponerlo desfachatadamente entre dos personas. Todo esto es la poesía de Frank O’Hara.

"La escuela de Nueva York" es una etiqueta que marca una generación de escritores operando entre los años 50 y 60 en Nueva York. El surrealismo y las artes visuales como el action painting y el expresionismo abstracto en los pinceles de Larry Rivers, Jackson Pollock, Jasper Johns y Willem de Kooning fueron fundamentales para retroalimentar a los poetas de esta generación, así como la música de John Cage, Morton Feldman, Earle Brown.

Esta generación de "escuela" no tiene nada, porque están lejos de cualquier academia, pero en cambio de Nueva York sí, todo, esta ciudad está en el centro de sus pulsaciones artísticas. Los escritores más representativos son John AshberyBarbara GuestKenneth Koch y Frank O’Hara.

Frank O'Hara (1926-1966), fue un poeta con formación y pasión por la música contemporánea, y que trabajó durante muchos años en el Museo de Arte Moderno como todo: recepcionista, vendedor de postales, escritor de catálogos y curador. 

Uno de sus libros es The lunch poems, que en español se convertiría en Poemas ¿de/a/para? la hora de almuerzo. ¿Cuál de estas tres preposiciones? Seguro el hecho de que la ausencia de preposiciones en la palabra “Lunch poems” daría pie a la elección del sello editorial que decidiera publicarlos en español. Visto que este libro contiene poemas que fueron escritos durante la pausa de la comida en sus horas de trabajo en el MAM; poemas que tratan de lo que le sucedía en esas horas; y son poemas que fueron publicados en una edición de bolsillo con la intención de jugar con la idea de que fueran dedicados a la hora del almuerzo de los lectores.

Así, las acciones personales cotidianas del poeta como sus pasos, sus observaciones, el flujo de pensamientos en ellas, la mezcla también con sus lecturas y sus apreciaciones estéticas. Y con esto crea un estilo: el “I do this I do that poems”. (Poemas de hago esto, hago aquello) en el que acerca la crónica, en su sentido más literario, a la poesía. 

En la academia su obra fue considerada como provocativa, a veces frívola y trivial, sin embargo, la poesía norteamericana le reconoce un gran legado: el haber mostrado cómo remedar y transmitir la electrizante vida de las multitudes; su manera de hacer poemas que sonaran realmente como la ciudad de Nueva York; el modo en que hacía que las palabras de su poesía hicieran eco a los alcances del arte visual abstracto; el mérito de hacer bajar la guardia a la crítica y la academia ante la gravedad de la poesía tradicional y observar la manera en que se conjuga lo sublime con lo equis de cualquier paseo urbano a la hora del almuerzo.

En cuanto a la traducción al español de su obra, Frank O’Hara recuerda a la traducción de la prosa. La dificultad reside en respetar, o más bien descubrir el sentido de su métrica y de allí trasladarla al español, visto que en muchas de sus poesías sus versos se cortan abruptamente sin adoptar un ritmo específico, lo que los desprovee de la estructura sólida de la narración y recuerda cuan antinarrativo termina siendo en su persistente "y después, y después, y después".


Un ejemplo de ello es el siguiente poema:

Beber una Coca contigo

es todavía más divertido que ir a San Sebastian, Irún, Hendaye, 
Biarritz, Bayonne
o estar enfermo del estómago en la Travessera de Gracia en 
Barcelona
en parte porque en tu camiseta naranja te ves mejor que el más feliz de los
San Sebastianes
en parte por mi amor por ti, en parte por tu amor 
por el yogur
en parte por los fluorescentes tulipanes naranjas alrededor de los 
abedules
en parte por nuestras sonrisas ocultas tras la gente 
y las estatuas
cuando estoy contigo es difícil creer que pueda haber 
algo tan calmo
tan solemne tan poco agradablemente definitivo como una estatua cuando justo
enfrente
en la calurosa luz de Nueva York de las 4 de la tarde vagamos por aquí y 
por allá
entre nosotros como un árbol respirando entre sus espectáculos.

y en la muestra de retratos parece que no hay un solo rostro, solo 
pintura
y te preguntas ¿por qué lo hicieron?
    Yo
te veo 
y prefiero verte a ti más que a todos los retratos 
del mundo
excepto tal vez por el Jinete polaco que de cualquier modo está 
en el Frick
a donde gracias a Dios no has ido todavía así que podemos ir 
juntos por primera vez
y el hecho de que te muevas tan lindo más o menos como en 
el futurismo
así como en casa nunca pienso en el Desnudo descendiendo las 
escaleras o 
en un esbozo de un simple dibujo de Leonardo o Miguel Angel 
que solía asombrarme.
Y qué bien le puede hacer toda la pesquisa a los
impresionistas 
cuando nunca encontraron la persona indicada para pararse junto al árbol 
cuando el sol se pone
o para el caso de Marino Marini cuando no eligió al jinete 
con la misma atención 
que al caballo
parece que todos fueron privados de alguna 
experiencia maravillosa
que no se desperdiciará en mi y es el motivo por el que 
te la estoy contando. 


Otra de sus más famosas poesías es A step away from them, un claro ejemplo del estilo del "I do this I do that poems":




Es la hora de mi almuerzo, así que voy
a dar un paseo entre los taxis con sus 
sólitos colores. Primero, por la acera
donde los obreros alimentan sus sucios y  
espléndidos torsos con sandwiches 
y Coca Cola, con sus cascos amarillos
puestos. Supongo que les protegen de
la caída de ladrillos. Después en la avenida,
donde las faldas ondean sobre tacones que 
estallan en las alcantarillas, el sol calienta 
y los taxis remueven el aire. Miro 
ofertas de relojes de pulso. Hay
gatos jugando en el aserrín.
Más allá
por Times Square, donde el anuncio 
humea sobre mi cabeza y 
una cascada cae dulcemente, un 
Negro está parado en un portón con un 
palillo de dientes moviéndolo lánguidamente.
Una corista rubia chasquea: él 
sonríe y frota su barbilla. Todo, 
de repente, suena en un claxon: son las 12:40
de un jueves.
El neón en la luz del día es un 
gran placer, como escribiría Edwin Denby, 
como lo son los focos en la luz del día.
Me paro por una hamburguesa con queso en JULIET’S 
CORNER. Giulietta Masina, la mujer de 
Federico Fellini, è bell’ attrice. 
Y una malteada de chocolate. Una mujer que viste
pieles en un día así mete a su perro en un taxi.
Hoy hay varios portorriqueños
en la avenida, que la 
hacen bella y cálida. Primero 
murió Benny, luego John Latouche,   
después Jackson Pollock. ¿Pero la 
tierra está tan llena como llena la vida de ellos?
Y uno ha comido y el otro camina,
paso las revistas con desnudos 
y los posters de BULLFIGHT y
la Manhattan Storage Warehouse,   
que pronto derrumbarán. Yo 
pensaba que harían el Armony 
Show ahí.
Un jugo de papaya y vuelvo al trabajo. Mi corazón 
está en el bolsillo, es Poemas de Pierre Reverdy.


La elegía en la poesía tradicional inglesa es un género literario en el que se escriben versos melancólicos lamentando la muerte de alguien y que, generalmente, terminan con una consolación. Frank O' Hara tiene dos elegías en las que hace algo completamente nuevo dentro del genero: más que hablar del sujeto, habla del impacto que tuvo en él la noticia de la muerte, mientras 'narra' exactamente lo que estaba haciendo y pensando en el momento de enterarse.
















¡Lana Turner se derrumbó!


Yo iba trotando y de repente
empezó a llover y a nevar
y tú dijiste que estaba granizando
pero el granizo golpea fuerte
la cabeza así que en realidad nevaba
y llovía y yo estaba tan apurado
por verte pero el tráfico
hacía exactamente lo mismo que el cielo
y de repente veo un titular
¡LANA TURNER SE DERRUMBO!
no hay nieve en Hollywood
no hay lluvia en California
he estado en un montón de fiestas
perfectamente impresentable
pero nunca me derrumbé
oh Lana Turner te adoramos 
levántate


EL DÍA EN QUE MURIÓ LADY DAY

Son las 12:20 de un viernes en Nueva York
tres días después del día de la Bastilla, sí
es 1959 y voy a que me boleen los zapatos
porque bajaré del 19 en Easthampton
a las 7:15 y después iré directo a cenar
y no conozco a la gente que me dará de comer

Camino por la bochornosa calle donde quema el sol
y me como una hamburguesa y una malteada y COMPRO
un feo NEW WORLD WRITING para ver qué hacen los poetas 
de Ghana en estos días
  Voy después al banco
y la señorita Stillwagon (de nombre Linda oí una vez)
ni siquiera comprueba mi saldo por una vez en su vida
y en el GOLDEN GRIFFIN le compro a Patsy
un pequeño Verlaine con dibujos de Bonnard aunque considere
a Hesíodo, trad. Richard Lattimore o
la nueva obra de Brendan Behan o Le Balcon o Les Nègres
de Genet, pero no, me quedo con Verlaine
después de amodorrarme en el dilema

y paso por la Tienda de Licores de PARK LANE 
y pido una botella de Strega para Mike y
vuelvo sobre mis pasos a la 6ª Avenida
y al estanco en el Teatro Ziegfield y
pido distraídamente una cajetilla de Gauloises y una cajetilla
de Picayunes, y un NEW YORK POST con su cara

y ahora estoy sudando mucho y pensando en
apoyarme en la puerta del baño en el 5 SPOT
mientras ella susurraba una canción a lo largo del teclado

dedicada a Mal Waldron y todos y yo dejamos de respirar



Y, por último, aquí presento uno de sus paint poems en las que se ve su relación con la pintura, una relación que en vida tuvo como curador, crítico y amigo de los exponentes del arte contemporáneo y que reflejan completamente su poética, una poética hecha más de palabras que de versos.



No soy pintor, soy poeta.
¿Por qué? Creo que preferiría
ser pintor, pero no lo soy. Y bueno, 
por ejemplo, Mike Goldberg
empieza un cuadro. Paso a visitarlo.
“Siéntate y bebe algo”, me
dice. Bebo; bebemos. Alzo
la mirada. “Dice SARDINAS”.
“Sí, le faltaba algo ahí”.
“Ah”. Me voy y pasan los días
y otra vez paso a visitarlo. El cuadro
sigue su curso, y me voy, y pasan
los días. Paso a visitarlo. El cuadro está
terminado. “¿Qué fue de SARDINAS?”.
Tan solo quedan letras
sueltas, “Era demasiado”, dice Mike.
¿Y yo? Un día pienso en
un color: naranja. Escribo un verso
sobre el naranja. Muy pronto hay una
página entera de palabras, no unos versos.
Después, otra página. Debería haber
mucho más, no más del naranja, más
palabras, sobre cuán terribles son el naranja
y la vida. Pasan los días. Hasta está en
prosa, soy un poeta auténtico. El poema
está terminado y aún no mencioné
el naranja. Son doce poemas, lo llamo
naranjas. Y un día en una galería
veo el cuadro de Mike, se llama SARDINAS.























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