Papeles, papelitos y sobres, cuadernos, libretas, post-it amarilos sueltos que andan de cajón en cajón, como separadores de libros, como fijadores de memorias.
¿Cuántas veces se han salvado del basurero? ¿A cuántas mudanzas han sobrevivido? ¿A cuántas ganas de transformarse en otra cosa, de darle cuerpo a otros papeles o de treparse, por lo menos, a una pantalla de computadora?
Tomo uno al azar, uno de esos que llevo acarreando desde hace uno, dos , cuatro, ¡ocho años! Es un papelito amarillo con palabras capturadas en mis primeros meses en Bolonia, palabras como annerare, svolazzare, straducola, balbettante, impettito, baldacchino, sgangherato, scapigliato, traballoni, sfavillante, spidocchiare, sberleffi,, ninnoli.
Palabras capturadas en pleno vuelo en la poesía de Ungaretti, mi primera lectura y mi primer poeta en italiano. Palabras que detenían mi lectura no sólo porque desconocía su significado, sino porque también solitas sonaban a poesía, y porque casi todas, con sus eses al inicio, serpenteabn el secreto de la belleza del italiano.
¿Y quién y cuándo se atreverá a tirarlas? Yo aún no.
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